San Pablo se despierta en la mañana del Lunes Santo entusiasmado y entregado con su hermandad. El misterio del Señor Cautivo y Rescatado va navegando entre el gentío que se arremolina ante sus plantas. Mientras tanto, aguardamos la llegada de la Señora del Rosario. El mar de Sevilla se ve reflejado en el iris de su alma... Será entonces cuando entonemos su Salve y gritemos: ¡Dios te Salve Rosario!
El Beso de Judas va andando como muy pocos misterios en Sevilla, y sabe a la perfección cómo levantar el aplauso y el cariño de todo aquel que lo contempla. Y la gracia de Santiago se llama Rocío. Entre capirotes verdes avanza la madre, mientras que sus bambalinas son mecidas por el costalero al son de marchas llenas de fantasía y fiesta.
Mercedes. Cúanto de mágico hay en tu nombre. Cuántas oraciones y ruegos de tu barrio. Ese tu barrio, Señora, que anda Cautivo de tus ojos negros y de ese tu palio, lleno de sabor y sevillanía.
Quien no haya visto a la hermandad de Santa Marta no sabe lo que se pierde. Pasa fugazmente ante nosotros, es como un sueño inalcanzable que cada año vuelve para envolver nuestros sentimientos y llenarlos por completo de caridad y pena.
El Soberano Poder es un gran ejemplo de fusión entre capataz y cuadrilla. Perfecto, simplemente perfecto. Detrás, su Madre de la Salud, aquella que hace que se te salten las lágrimas cuando pasa ante nosotros y acariciamos el respiradero y le pides por tu familia. Eso mismo que ella lleva, cosido en su mirada: Salud.
Es la sencillez, la sobriedad y lo exquisito. El crucificado más antiguo de Sevilla se pasea por la ciudad, mientras su madura madre va derramando Tristezas a cada chicotá que va realizando.
San Vicente, sale a las calles para arropar a su Jesús de las Penas. Clasicismo puro. El Señor con paso decidido va antecediendo a la Virgen de los Dolores, que llora bajo un altar de filigrana y encajes de ensueño.
Ella es la belleza de Sevilla. Guadalupe, que va perfumando su barrio del Arenal. Lleva en su corazón el amor y los mimos del pueblo sevillano y es la embajadora universal de México en Sevilla.
Retorciéndose de dolor va clavado en el madero. Apenas podemos contemplar su cara, ni ver su gesto de dolor. Expirando está ya el Lunes Santo, que se despide con la grandeza de una gran reina.
Sergio Marchal.